Llegó el momento de sumergirte en tu mundo interior. Tras la preparación, inicia la experiencia central de Reflejos del Ser, un viaje guiado mediante hipnosis que te lleva a explorar emociones, recuerdos y visiones profundamente arraigadas. Puede sonar intimidante hablar de “hipnosis”, pero aquí desmitificamos el término: no es magia de escenario ni perder el control de tu mente. Es, más bien, un estado de relajación profunda y enfoque interno, parecido a cuando estás tan absorto en una película o en un libro que el mundo exterior se desvanece por un rato. Tú estás consciente en todo momento, solo que con la atención dirigida completamente hacia adentro.
Inducción al estado hipnótico: Para empezar, tu guía te ayudará a relajarte físicamente. Quizá te recueste en un lugar cómodo, con una luz tenue y música suave si lo prefieres. A través de técnicas de respiración y visualización, irás soltando tensiones desde los pies hasta la cabeza. En unos minutos, sentirás tu cuerpo pesado y la mente serena, lista para el siguiente paso. Esta relajación profunda permite que las barreras de tu mente consciente (esas que usualmente filtran o reprimen pensamientos) se suavicen, dando paso al subconsciente, donde guardamos recuerdos, emociones e ideas a veces desde la niñez.
Exploración del subconsciente: Con tu intención en mente como faro, el guía te pedirá que escanees tu cuerpo internamente en busca de sensaciones ligadas a esa intención. ¿Hay algún nudo en el estómago al pensar en ello? ¿Un peso en el pecho, un hormigueo, una imagen fugaz? Muchas veces las emociones no resueltas se alojan en el cuerpo como molestias sutiles. Una vez identificada una sensación, se utiliza una herramienta creativa: asignarle un color. Por extraño que parezca, esto es altamente efectivo. Darle un color a tu malestar hace que dejes de huir de él y lo observes con curiosidad. Es como decir “ok, siento un nudo en la garganta, lo veo de color azul oscuro”. Con esa visualización, el guía te anima a concentrar tu energía en ese color y emoción, y luego te pregunta: “¿Qué es lo primero que te viene a la mente?”. Sin juicios ni filtros: puede ser una imagen, un recuerdo específico, un rostro, un paisaje, un sonido… cualquier cosa. Confía en lo primero que aparezca, aunque parezca absurdo. Aquí es fundamental la filosofía de juego creativo de la que hablamos antes: no hay respuestas correctas o incorrectas, solo exploraciones. Tu mente te mostrará lo que necesites ver, siempre y cuando tu ego (ese juez interno) esté en reposo. Como dice Rubin, “dejar el ego atrás” es clave para la autoexpresión auténtica. En hipnosis, dejas atrás ese ego crítico; no se trata de ti en el sentido superficial, se trata de lo que surja de tu interior.
A medida que compartes con el guía lo que ves o sientes (porque tú vas describiendo en voz alta tus visiones, como si contaras una película), comienzan a emerger piezas de tu historia personal. Tal vez ves una escena de infancia en el patio de tu casa, o escuchas la voz de alguien diciendo una frase que marcó tu autoestima, o simplemente aparece un símbolo (como agua, fuego, una puerta) cuyo significado aún no entiendes. Todo es válido. El guía te llevará por este proceso varias veces, profundizando con cada ronda. Es decir, identificas sensación -> color -> imagen/recuerdo, lo narras… luego vuelves a la intención, escaneas de nuevo, y otra imagen surge, quizás más profunda o más atrás en el tiempo. Cada “capas” que atraviesas te acerca a la raíz del tema.
Enfrentando lo oculto con amor: Llegará un punto en que contactes con un recuerdo o emoción especialmente profundo y significativo – suele ser ese momento “¡ajá!” en que dices: “Esto no lo veía hace años” o “No sabía que todavía me afectaba tanto”. En RDS, a diferencia de solo recordar en solitario, aquí tienes la oportunidad de interactuar con ese recuerdo con apoyo del guía. Si aparecen figuras importantes (digamos, ves a tu niño interior solo en el colegio, o al adolescente herido tras una ruptura), el guía podría invitarte a entablar un diálogo imaginario con esa persona (o con quien esté involucrado en la escena). Puede sonar extraño, pero es profundamente sanador: decirle a tu “yo” del pasado que lo abrazas, o expresar a alguien que te hirió aquello que callaste, aunque sea en tu mente, produce un efecto catártico. Estas conversaciones pendientes permiten que por fin digas o hagas lo que en su momento no pudiste. No cambiarán el pasado externo, pero sí cómo tú llevas ese recuerdo en tu interior. La ciencia nos indica que cada vez que recordamos algo, en realidad lo estamos reconstruyendo en el cerebro; es una oportunidad de modificar ligeramente esa memoria. Aquí, estás reescribiendo la historia con más comprensión y compasión. Como resultado, miras ese evento con nuevos ojos, casi como si le ocurriera a otra persona o en otra vida. Esa es la liberación: deja de tener el mismo poder sobre ti.
El guía te apoya con técnicas terapéuticas durante este proceso, asegurándose de que te sientas seguro y acompañando tus emociones. Puede sugerirte que imagines envíar perdón, o que “veas” la escena desde otra perspectiva (por ejemplo, ¿qué entendería tu yo adulto que ese niño de entonces no podía entender?). Todo enfocado en que transformes dolor en aprendizaje. Gradualmente, vas encontrando resoluciones: quizás lloras y sueltas una tristeza estancada, o tal vez te das cuenta de que cierto enojo en realidad escondía un miedo más básico. Cada recuerdo que se trabaja llega a un punto de paz o cierre antes de pasar al siguiente.
Después de explorar las imágenes necesarias (suelen ser entre 3 y 5 escenas relevantes), se hace un escaneo final del cuerpo: ¿queda alguna tensión o emoción remanente sin atender? Si es así, se dedica un momento a aliviarla con respiración o visualización. Es como hacer una revisión al terminar una cirugía emocional, para no dejar “heridas abiertas”. Finalmente, el guía refuerza todo el proceso con una serie de frases positivas y empoderadoras mientras sigues en ese estado receptivo. Esta es la parte de reprogramación: anclar en tu mente palabras de afirmación, alegría, perdón y fuerza, ahora que has limpiado espacio para ellas. Tu subconsciente, habiendo soltado cargas, está listo para recibir nueva luz. Puede que escuches frases como “eres suficiente tal como eres”, “mereces amor y lo sabes”, o más concretas relacionadas a tu intención (por ejemplo, “tu voz merece ser escuchada, ya no tienes miedo”). Cada frase va acompañada de la sugerencia de que recuerdes conscientemente todo lo vivido. Es decir, que al despertar no lo veas como un sueño borroso, sino que traigas contigo esas comprensiones.
Despertar y asimilación: Poco a poco, el guía te invita a moverte, a sentir tu cuerpo, a inhalar profundamente. Regresas al estado de vigilia, quizá con la sensación de haber dormido horas cuando en realidad la sesión interna duró tal vez 1 hora o un poco más. Es común que al incorporarte tengas una mezcla de sensaciones: asombro, alivio, cansancio físico ligero (como después de ejercicio emocional), y muchas preguntas dando vueltas. Tranquilo, es normal. Tu mente consciente empieza a procesar todo el material que emergió. Aquí es fundamental tomarse unos minutos. El guía estará a tu lado, posiblemente ofreciéndote un vaso de agua o una fruta para ayudarte a grounding (aterrizar). También es un buen momento para anotar en un cuaderno cualquier cosa que quieras recordar tal cual vino, aunque tendrás la grabación luego, nunca está de más apuntar palabras o imágenes clave.
Mucha gente describe este “viaje interior” como haber visto una especie de película sobre su vida en cámara rápida pero muy vívida. Cada persona es un mundo: podrías sentirte eufórico porque entendiste algo que te tenía años atascado, o conmovido y sensible por las emociones liberadas. Sea como sea, te sentirás distinto a como cuando entraste. Has hecho un trabajo profundo: confrontaste tus sombras con valentía. En términos neurocientíficos, has activado circuitos neuronales que quizá llevaban años dormidos o encapsulados en dolor, y al reactivarlos en un entorno seguro, les permitiste reconectarse de nuevas formas. Por ejemplo, si superaste en la visualización un trauma de abandono, tal vez ahora la memoria de aquel evento ya no dispare la misma respuesta de angustia en tu amígdala (centro del miedo) que antes, porque le añadiste la variable del perdón o la comprensión. Cambiaste, literal y figurativamente, la química de ese recuerdo en tu cerebro. Punset mencionaba que imaginar experiencias positivas genera la química necesaria para sentirnos bien, inundando el cerebro de neurotransmisores como la dopamina. En esta fase final de la hipnosis, al reimaginar tu historia con un final más amable, estás entrenando a tu cerebro a asociar esas memorias con sensaciones de paz y no de dolor.
Antes de pasar a la siguiente etapa (¡sí, aún hay más después de la hipnosis!), es crucial darte un momento de reconocimiento. Acabas de experimentar algo muy íntimo y revelador. Muchas personas sienten una especie de reverencia hacia sí mismas tras este viaje, como si hubieran conversado con su alma. A veces necesitas reír, otras veces llorar un poco más, o simplemente quedarte en silencio. Todo está bien. El guía respetará ese espacio y seguirá apoyándote en lo que necesites. Cuando estés listo, beberás otro poco de agua, te estirarás… y te prepararás para una transición maravillosa: llevar todo lo que viviste internamente hacia la luz del exterior, a través de la fotografía y la integración consciente, que es el próximo capítulo de esta aventura.